Solemne pajarraco de altos vuelos
de lúgubre alma y honor ausente,
que no miras al otro frente por frente
y sufres agónico en tus desvelos.
Embaucas con tu voz de caramelo
detrás de una facha de prudente,
detrás de una facha de prudente,
y mesas tu melena sonriente
con un gesto entre idiota y pilluelo.
Llegará el día de inclinar la corva
que sirva de blasón a tu desdén
de gesto altivo y mirada torva,
y que dejes que la tierra absorba,
cerrándote las puertas del Edén
por que a Dios tu presencia estorba.
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