miércoles, 5 de junio de 2013

LIX. La subversión de la lógica de las cosas

Quien conoce mi afición por las cosas bien hechas saben que, para mí, hay cosas que, por el propio establecimiento y orden de las mismas, es impensable que puede llegar a concebir una alteración o subversión de ese estadio lógico y consuetudinario. ¿A santo de qué viene esto? Te lo comento, improbable lector y me remonto a la noche de los tiempos...

En poco más de un mes, en julio, hará doce años desde la primera vez que, de un modo consciente, estuve en una plaza de toros. Fue mi primera tarde de toros, la primera vez que, sentado en un tendido, entendí alguna que otra cosa de las que pasaban en el ruedo y donde, gracias a un anónimo anciano y aficionado de Tarragona, estuve en la Monumental de la calle Mallorca aprendiendo y valorando la que ha sido, desde entonces, mi gran afición, mi pasión. Desde aquella tarde, en la que se lidiaron toros de Jiménes Pasquau y los estoquearon Enrique Ponce, "El Cordobés" y David Luguillano, empecé a entender un mundo nuevo para mí, que se abría ante mis ojos y mi experiencia. Me embebí de él, en tardes libres y junto a mi padre seguí aprendiendo, formándome y amando el particular Planeta de los toros. Me uní a mi padre de una forma indisoluble, tal y como es hasta día de hoy, en una afición compartida y respetada. Él me ha enseñado gran parte de lo que sé, compartiendo viajes a Barcelona, Castellón, Teruel, Zaragoza, Valencia, Guadalajara, Albacete... de todos estos años de aprendizaje y de formación en mi afición, a través de él y de mí particularmente, leyendo, compartiendo opiniones, trabajando como periodista gráfico y cronista durante algún tiempo, entendí y valoré cada uno de los matices que envuelven al mundo de los toros.

Así, desde que inicié mi pasión por el mundo de los toros aprendí muchas cosas y grandes valores que hoy marcan parte de mi vida: respeto, admiración y honor, eso sobretodo. Será por eso que, mientras todos admiraban a las primeras figuras del toreo y pretendían fotografiarse con los grandes maestros yo, en cambio, disfrutaba más, admirándolos tal y como sigo haciendo, a esos toreros que pasan, por que ese es su trabajo, desapercibidos: los toreros de plata. El hecho de que sean de plata y no de oro ya es suficientemente significativo para saber qué papel ocupan en el ruedo, su toreo es secundario pero no por ello menos importante. Su toreo tiene que ser callado, silente, pero eficaz como el que más. Su trabajo está hecho para condicionar el éxito de su torero de filas.

Obviamente son toreros y como tales supuran torería. Ese "Mangui" cuando le ganaba la cara a los toros, ese Joselito Gutiérrez cuando se asoma al balcón, ese José Antonio Carretero con el capote...son tres de los  muchísimos figurones del toreo de plata. Auténticos maestros que cada tarde se juegan los muslos delante del toro, parando al toro de salida (¡qué pena que se esté perdiendo!), bregando y poniendo al toro en suerte, poniendo banderillas y auxiliando en la lidia. Nunca renegaré de esos toreros que, por su propia condición, sólo saben ser toreros. Sólo saben poner buenos pares de banderillas, sólo saben llevar al toro a media altura con un capotazo bien aliviado... pero no por ello quieren más protagonismo. Torean, la gente reconoce su trabajo y de vuelta al burladero. Y lo mismo de los picadores, que le dan el pecho al toro, le tiran con arte la vara, recogen y meten las cuerdas en las yemas. Tener grandes profesionales en una cuadrilla, bajo mi punto de vista, no da orejas pero te asegura una buena fama...

Son toreros que, por falta de oportunidades o por mera vocación, han decidido vestirse de plata y asumen su rol dentro de la cuadrilla. Y ante esto, el quid de la cuestión. En mi educación taurina me enseñaron eso, que un banderillero es un banderillero y no un matador de toros. El banderillero, se dobla con el capote, pone banderillas y si lo hace bien se desmontera, con el permiso de su matador. ¡Qué gran espectáculo cuando unos buenos rehileteros saludan desde el tercio después de una buena lidia! Por que es de justicia reconocerle a un picador un buen puyazo y a un banderillero una buena briega o un buen par de palitroques... ¡Pero qué gran bochorno cuando un banderillero intenta ocuparle el lugar a su torero! Lo más taurino del mundo es el respeto por los compañeros y me pareció sublime la humildad de Javier Castaño a la hora de conceder a su cuadrilla dar la vuelta al ruedo...pero no me pareció profesional la actitud de uno de los banderilleros, queriendo ganarle minutos al reloj, recreándose más de la cuenta, intentando lucirse más de lo debido y queriendo seguir saludando después de haber dado la vuelta al ruedo, requiriendo de sus compañeros para que siguieran saludando al igual que él. Me parece que, por mucha profesionalidad que haya ganándole la cara a los toros, ajustándose al asomarse al balcón y saliendo airoso les falta afición. Por que como aficionado se sabría que hay ciertas actitudes que no se pueden tomar siendo torero de plata. Y es que como dicen el maestro Pepe Montoro cuando cita a uno de los grandes: no hables de toros con malos aficionados por que hay toreros que, siendo buenos toreros, no tienen afición.

Recuerdo, al hilo de esto, a cierto torero de Ubrique que tras haberle dado el peón un par de capotazos más erguido de la cuenta, estirándose con el capote le espetó al cambiar el tercio: ¡Toma, coge tú la muleta...! Si hay mono de lucirse por encima de lo normal, subvirtiendo lo establecido, siempre pueden plantearse coger la taleguilla bordada en oro y probar suerte en los carteles.


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