sábado, 13 de abril de 2013

LVII. Un propósito nuevo

Cuánto hará que no escribo en este sitio que han cambiado hasta el funcionamiento interno del blog. La falta de motivación, la falta de ganas o la ausencia de ideas dignas de interés que pudieran ser del menor interés hacia un improbable lector, han motivado que durante tanto tiempo me halla mantenido al margen de cualquier entrada, de cualquier opinión pública desde ésta mi tribuna, mi quintacolumna, mi abono personal en la barrera de las cosas. Pero hoy vuelvo, no con muchas ganas, pero sí con ánimo de ser constante en la actualización de este blog al que, seguro, más de uno le gustaría ver eliminado de la red. ¡Lo siento! Lo intenté hace tiempo pero no doy con la tecla...

Podríamos decir, según el calendario cofrade, que ya estamos en un año nuevo. Atrás quedaron nuestras particulares fiestas mayores y nuestra nochevieja propia, la de ese Sábado Santo que suena a despedida, a mirada hacia el futuro, al balance del año anterior y a la lista de los nuevos propósitos. Así, en esa misma comparativa de este nuevo año cofrade que nos aguarda hasta que, justamente dentro de un año, vuelva a ser Semana Santa en Granada quiero sentarme con ustedes, improbables lectores, e intentar escudriñar algunas de las claves que han de servir de punto basilar para las nuevas jornadas y los próximos meses.

1º.- Yo propondría que cada uno - dentro de las limitaciones intelectuales de cada cual - sentarse y reflexionar haciéndose la siguiente pregunta: ¿Qué es una "Estación de penitencia"? Si la respuesta o los tanteos preliminares son algo así cómo "Dícese de una cabalgata privada pa' bailar a los santos o, en su defecto, bautizo gitano donde, después del chinchimpún, llega el convite en la casa de heramandad"... yo, dado el caso, le recomendaría visitar e incorporarse a otras manifestaciones religiosas de la geografía nacional, como la Semana Santa de Avilés o aquella, tan graciosa, en la que unos mamarrachos cantaban el himno del Sevilla C.F. adaptado al paso de Santa María Magdalena.

Si, por el contrario, llegásemos a pensar que es un culto externo de una hermandad en la que se reflejan, más allá de condicionantes estéticos, una religiosidad y una unción espiritual capaz de conmover no sólo a quien participa activamente sino al espectador, podríamos seguir avanzando en las meditaciones.


2º.- Llegados a este segundo punto yo me recomiendo a mí mismo hacerme la pregunta de qué es vestirse de nazareno. Por extensión, podríamos hacérnola todos aquellos que, en algún momento de la Semana Santa, dejamos nuestra indumentaria habitual para disfrutar del placer de sentirse a un colectivo vistiendo una túnica nazarena, un hábito, que te identifique con un carisma espiritual concreto, con un modo de entender la fe y con un elemento distintivo con el que, en comunidad, plantearse durante la duración de tu Estación de penitencia, una serie de coyunturas espirituales o cualquier otra reflexión de calado e interés, que te ayude en tu conversión y en tu vida cristiana.

Obviamente, parafraseando a Asimov, vestir la mantilla contravendría lo dispuesto en la primera regla. En tanto que, la mantilla española, es tan sólo un traje de gala, no una indumentaria que te identifique dentro de un colectivo y te haga sentir partícipe de él de forma gráfica o material. Asimismo, habría que comprender: no son "Hermandad/Cofradía de nazarenos...", ¿dónde quedan las mantillas?. Algunas hermandades - mejor dicho, algunos hermanos - que son puntillosos hasta el extremo seguro que se plantearán introducir eso de Cofradía de Nazarenos y Mantillas...

3º.- ¿Qué es una hermandad? Desde luego, me convenzo cada día que pasa que no es, en ningún caso, un grupo de amigachos con gustos en común, tampoco un lugar de encuentro para ponerse fino de tercios y cañas de barril, tampoco para inclinarse beodo sobre la barra de la casa de hermandad a los sones del himno de Asturias. Yo considero a una hermandad como una institución en la que existen unas normas, un gobierno al que respetar y que todo ello conlleva un cuidado de las formas, del saber estar, de un código de educación y diplomacia extraordinario, donde trabajar el protocolo, las buenas maneras. Por eso, me entran escalofríos cuando recuerdo las palabras de un hermano mayor comunicado la decisión del Cabildo de Oficiales a la voz de: "Vamos a ver..." o aquel otro con el que sentenció la suspensión de la Estación de penitencia exhortando "y es lo que hay". ¡Misterios de la España profunda! Mejor no entro en los bochornos   os estímulos que llevan a más de un Cabildo a querer ser el hazmerreír de la Granada cofrade.

Son muchos más los propósitos de mejora de cara al 2014 pero de momento, con esto, tengo bastante por hoy. No quiero hacerme mala sangre...


1 comentario:

  1. Me felicito por el retorno, bien lo sabes. abundaría yo más aún en esto que nos propones: ¿es correcto a albur del actual rumbo de la Iglesia y de la fe decir Estación de Penitencia o este gesto de manifestación pública de fe debe ser entendido como herramienta catequética y evangelizadora?

    ¿Las hermandades exhortan a sus hermanos acerca de qué debe ser una Cofradía, sus fines fundamentales y cómo formar parte de la misma?

    El debate es intenso y es bueno que desde espacios como el tuyo se traten. ¡No desfallezcas!

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