miércoles, 6 de julio de 2011

XLVIII. El fin de curso

En las fechas que estamos ya pocos son los que aún permanecen en plena actividad profesional. Muchos ya empiezan con las vacaciones, otros ya mismo empezarán a hacer media jornada y la gran mayoría, están de vacaciones desde hace meses. Dios mediante mañana ya echo el cerrojazo al curso académico, con la última prueba ante un temario insulso pero cargado de exigencias de tipologías arquitectónicas. No es duro pero te exigen más de la cuenta, más de lo que en realidad ofrecen académicamente. No obstante, es lo que hay. Toca apechugar. No ha sido un junio glorioso sino más bien aciago. Hay gente que consigue exasperarte y hacer tirar la toalla. La competitividad tan agresiva, tan violenta y feroz que se respira llega amedrentarme en muchas ocasiones. No se qué esperan realmente de la vida pero con actitudes fascistas como las suyas, realmente, me temo lo peor.

Hay gente que va de guay por la vida. Da una imagen de feliz, de persona saludable y de buenas maneras, de conocimientos más o menos acertados pero que llevan a hablar de algo serio. A veces a esas personas, la palmadita en la espalda o el comentario inoportuno le sirven de lanza sanguinaria y de estímulo de su ego que a veces llega a límites realmente insufribles. Decía Wilde que cuanto más conocía al hombre, como ser humano, más quería a su perro. Poco a poco lo voy entendiendo. Nosotros mismos somos el mayor error que nos podemos permitir, imagínese qué error supone realmente entablar con alguien que tras apariencia amistosa tiene una mente perversa, retorcida y maquiavélica. Sólo aspira a su bien, al precio que sea, aunque el precio suponga vender al mejor postor promesas y buenas palabras. La gente es mala, es falsa. No es gente peligrosa, es gente que desde una santa Fe intentan convencerte de no sé qué y con ardides onerosas vienen a venderte una moto, la cual en muchas veces ya tienes casi comprada. Pero rectificar es de sabios. Hoyo de tierra, falso al hoyo y palazo de cal en lo alto. Enterrar a esos seres oscuros de la noche es lo más prudente. Bastantes cabrones hay sueltos como para toparte con uno y dejarle campar a sus anchas. Lástima que yo no sea tan valiente para eso, me dan menos miedo los toros por lo menos son francos y nobles. Cómo se Monge hablando de la nobleza... Anda, arrecógete la cara que te arrastra.

Ahora un "verano tranquilo y libre" por delante, con agobios, con desganas y con una tarea pendiente ante Maria José, Carmen y Luis; Antonio; y Manuel. Esperemos que con Esther no tener que rendir más cuentas... ¡Que sea lo que Dios quiera!



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