lunes, 21 de marzo de 2011

XXXVIII. ¿Arte cofrade o falsificación histórico-artística?

Aprovechando las fechas en las que nos encontramos y como sugerencia al gusto para ir abriendo paladar me atrevo a hacer pública una reflexión que llevaba tiempo gestando, analizando y fraguando si bien, hasta el día de hoy, no me había visto en la tesitura de expresarme en las cuestiones que se darán cita de inmediato. Apunto antes de meterme en camisa de once varas que sólo se trata de una reflexión personal que no ha de ser extrapolable a otro ámbito más allá de lo que es una mera opinión. Aviso para navegantes. Que nos conocemos y luego siempre se sacan las cosas del tiesto...


Granada, como reza la historiografía fue repoblada por gente de Castilla la vieja y demás pueblos del norte peninsular tras la Reconquista católica de Isabel y Fernando. El carácter de aquellas gentes era recio, propio de las tierras frías y montañosas en las que se asientan. Donde la rudeza del clima imprime un sello inconfundible en la personalidad de su pueblo. La sobriedad y la firmeza han sido señas de identidad. El arte, como es lógico, como manifestación cultural de ese pueblo repoblador quedó rápidamente manifestado arredor de la ciudad de Granada, rediseñada y reconstruida en sus arquitecturas bajo los principios tradicionales de la nueva monarquía hegemónica de Castilla y Aragón, unidas bajo una misma consigna. La asimilación de los conceptos góticos de gran raigambre en León, Segovia o Burgos se vieron claramente denotados en las nuevas construcciones realizadas, adoptando también las características de esos nuevos edificios surgidos en las tierras ya reconquistadas, como es el caso de Toledo. Granada, pues, rechaza la complejidad y la irracionalidad de las formas, la belleza por la belleza sino que supedita la decoración a una ideología y a un carácter más allá de lo meramente estético. Así, los conceptos de la escolástica gótica, el naturalismo y las nuevas corrientes teológicas quedan impresas con fuerza en Granada.

El paso del Renacimiento, de ese purismo arquitectónico del que tenemos grandes muestras en esta ciudad, denotan ese gusto por lo sobrio combinado con lo elegante, que no viene por la fuerza de lo excesivo, sino por lo importante del contenido. La pureza de las líneas, de las composiciones y de las fuerzas denotan ese carácter áulico propio de los caballeros del Renacimiento italiano. El esplendor de la ciudad surge bajo esas premisas, bajo ese ideal y ese intelectualismo donde lo italiano tiene un irremediable peso que asfixia lo anterior. Granada queda forjada bajo esa nueva corriente de humanismo, de neoplatonismo y de sutileza, donde lo poco dice mucho, mientras que lo mucho se rechaza. La llegada del Barroco, las aplicaciones de las doctrinas postconciliares y el surgimiento de unas nuevas corrientes religiosas así como una literatura afín marcan el devenir más inmediato en el arte y que definen, de un modo trascendental el modo en que hacer y realizar el arte. El Dr. López-Guadalupe Muñoz relaciona estrechamente la escultura granadina del XVII con la literatura mística de Fray Luis de Granada o San Juan de la Cruz, esa búsqueda íntima de Dios, no en lo ampuloso ni lo ruidoso sino en el más amable silencio y en el clima más profundo de oración y ascesis. Los hijos de San Bruno tienen mucho que decir al respecto en este sentido.

Así, la Granada barroca del XVII-XVIII con una prolífica escuela de escultura confiere unos programas iconográficos muy particulares y concretos donde muestran las premisas de una cultura consolidada a fuerza de muchas influencias, donde aún se mezclan los orientalismos de la taracea con el dramatismo flamenco de aquel gótico importado por los Reyes Católicos. Los Raxis, los Mena y los Mora definen ese modo de hacer arte. Un arte que se aleja de las grandes pretensiones y que se mantiene fiel al naturalismo en pos del dramatismo más desbordante que puedan suponer otras corrientes y escuelas artísticas del momento. Estas pautas son las que definen nuestro carácter, nuestra propia idiosincrasia.


Ciertamente, nuestra Semana Santa no cuenta con el bagaje histórico del de otras ciudades. Tampoco ha sabido mantener el florecimiento cultural que en otros puntos. No se consolidó bajo unas premisas particulares de la Historia, puesto que en Granada se escribía un ocaso mientras que en otros puntos se experimentaba un crecimiento económico considerable. La historia de nuestra Semana Santa es per se fruto de sus circunstancias, fruto de unas experimentaciones empíricas innegables y que, para bien o para mal, algunos se empeñan en volatilizar. El arte, tanto como miran muchos cofrades, es la manifestación propia de un pueblo, no la importación de un costumbrismo y de una ideología ajena. No hay que traer la torre Eiffel a Granada menos aún el Coliseo, tampoco la opulencia de la corte de Viena. Bajo unas premisas culturales innegables e indestructibles podemos asimilar nuevos conceptos que mejoren nuestra situación, que enriquezcan nuestro patrimonio y salvar algunas lagunas que la Historia nos arrebató a fuerza de espada, a fuerza de incendios y a fuerza de expolios. ¿Por qué importar diseños, formas, modos, costumbres? ¿Por qué reventar nuestras tradiciones a fuerza de algunas ajenas? ¿Por qué copiar en vez de crear? No debemos ni importar ni copiar, asimilemos los conceptos y elaboremos por nosotros mismos unas teorías, una filosofia cofrade al respecto. Es más fácil y rápido recortar y pegar lo que otros han conseguido a fuerza de siglos. Sí, pero es un plagio. Es una falsificación histórica burda, absurda y aberrante. Nos destruye como pueblo y liquida lo que queda de autóctono y de personal. Meditemos al respecto, mejor nos iría.

3 comentarios:

  1. Me parece muy interesante las reflexiones..... a partir de ahora te seguire.....

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  2. El primero de los problemas: el ingenio de nuestros diseñadores, puestos en tela de juicio. Magnífica labor la de Nacho Fernández Aragón, sí; pero basándose en el occidente andaluz para traer modelos propios. Bien por el discreto pero acertado ejemplo de Miguel López Escribano... Pero sin oficio artístico. Extraordinariamente creativo Manolo Prados... Pero le falta recurso histórico. Y al fin, Álvaro Abril. A ver si con un poco más de conocimiento a cerca de la historia del arte termina cuajando el que creo es ya, con diferencia aplastante, el mejor diseñador de Granada y buena parte de la órbita del viejo Reino.

    Luego, los diseñadores foráneos... ¿Pretendemos que ellos reconstruyan lenguajes y maneras artísticas propias de Granada? ¿Dubé a caso? El único que se interesó en recuperaciones y escrupulosas formas de entender el patrimonio vernáculo fue Eloy Téllez. Junto a Pedro Palenciano y Sánchez de los Reyes me parece de lo mejor que se mueve en el espectro del diseño cofrade.

    El problema por tanto es no buscar la excelencia y el amparo en las piezas artísticas. Una logia de Palladio puede servir a la perfección para un respiradero; en Granada tenemos los túmulos reales que nunca se han reproducido; o la rejería del maestro Bartolomé; o el Retablo de Santa Isabel la Real, o la ebanistería que se puede basar en San Jerónimo, o el juego de entrantes y salientes de la sacristía de la Cartuja que se me antojan ideales para un manto radial, o...

    Pero si desconocemos el arte, le encargamos al primero que pasa por la puerta un diseño (y el desdén a la hora de diseñar y no repetirse de "consagrados maestros" lo sufrimos tú y yo en un paso de palio que no es muy cercano) y los propios no bucean en la personalidad artística, tenemos una homogeneidad rayana en el adocenamiento.

    O lo que el castizo diría apropiadamente: un SINDIOS.

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  3. En mi opinión y sin lugar a la duda , uno de los que está despuntando entre los demas diseñadores cofrades es el Gienense afincado en Granada José Manuel Martinez Hurtado.
    En sus obras se puede ver un renovado soplo de aire fresco a los diseños , imprimiendole un estilo totalmente propio y realmente peculiar .
    Un cofrade de la Esperanza de GRANÁ

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