miércoles, 23 de marzo de 2011

XL. Presentación del cartel de la Hermandad de la Concepción

Granada, a 9 de marzo de 2011

Confieso estar nervioso al subirme a este atril, dirigiéndome a esta concurrida audiencia y sabiendo del gusto crítico de los cofrades. Es por ello que quisiera pedir disculpas si ven ustedes que me trabo, si masco letras o me tiembla la voz más de la cuenta. No obstante, y a pesar de esto, espero saber estar a la altura de los que me han precedido en este lugar y saber atender a las exigencias de todos los hermanos de esta Cofradía. Vaya desde aquí, pues, mi agradecimiento a quienes han visto en mi, un digno merecedor de este micrófono y estos minutos para anunciar y presentar el cartel de la Hermandad de Penitencia de Nuestro Padre Jesús del Amor y la Entrega y María Santísima de la Concepción en el año de 2011.

No sabía cómo dirigirme a ustedes en esta mañana. Con qué presentarme en este atril, qué expresarles para invitarles a participar en nuestra Semana Santa a través de este cartel. Quizá hubiese podido hablarles de la historia de la Hermandad… pero qué osadía. Hablarles a ustedes de su propia historia. Atendiendo a la formación que recibo, podría haberles hablado de arte pero caigo en la cuenta, que en el valor profundo y en la esencia de nuestra Fe no radica en saber de
arte, ni en profundizar en el interés de qué siglo o de qué gubia son ésta o aquella imagen. Y es que, como les digo, la Fe no entiende de perfecciones, sino de emoción. De ese pellizco que sobresalta al alma, y de esa mirada capaz de alojar nuestra pena, nuestro pesar. Tiene que poder ver la mirada amiga donde enjugar nuestro llanto, donde sentir el cálido beso de un padre que te ama. Donde esos besos dulces que albergan el mimo y el consuelo de quien, sin remedio, se entregan por nosotros. Cristo, el que invita en esta forma, a cargar con su condena; el que quiere hacernos partícipes de su Pasión y de su Muerte antes de abrirnos la gloria del Misterio. Y es que necesitamos de esas manos, las que aprietan las nuestras y nos las asen con la ternura del que sólo busca tu bien. De esos dedos que recogen nuestras lágrimas al escurrirse en la mejilla cuando nos hallamos sin saber a dónde ir, sin saber dónde acudir. Qué suerte tenemos de poder rezarle a nuestro Dios, imaginando cómo puede ser su divino rostro. María se hace partícipe, igualmente, de esa gracia. Ella, corredentora del mundo, que trasgrede allende de la forma, de un embón de madera. Nuestro corazón deposita en su gracia las tribulaciones de nuestro ser. Perpetuo Socorro del que necesita amparo. Consuelo materno en nuestra aflicción. Caricia inmaculada de un mundo nuevo al que estamos llamados a ser partícipes. Altar del Cielo, llévanos a tu Hijo para vivir por siempre las grandezas que nos fueron prometidas.

Eres sol invicto de esperanza,
el espejo y trono de la Gloria
donde a coronar fue en ti la historia
un canto de amor y de alabanza.
Estrella luciente del sendero,
solaz que en la tierra se derrama,
igual la que rosa más temprana,
entre aires de amor y de lucero.
Blasón de la límpida pureza,
orgullo fiel del granadino,
donde un único Dios y trino
a colmarte fue con su realeza.
María, qué grande fue tu pena,
donde tu llanto se hizo sudario
con el que velar en el Calvario
el alma de un hijo que se extravena.
En Vos Él hizo maravillas
para redimir de pena al mundo
y te concedió un vientre fecundo;
y para el llorar, lindas mejillas.
Guíanos Señora con tu luz
por el frío valle de la angustia,
donde el alma y la fe se amustia
alejados de la Santa Cruz.
Plenos de tu amor y tu hermosura,
¡rosa de abril tan dolorida!
danos con tu vida hoy la vida
eterna que el Padre nos augura.
Y mujer de sol vestida al cielo
hecha en los siglos oración;
que en tu pureza ceñiste el velo
donde la tierra tuvo el desvelo
de hace preservar tu corazón.
Y Reina del Cielo proclamada,
la nueva Eva que venció al dragón
que fuiste por el Ángel anunciada
arredor del mundo y en Granada
como Inmaculada Concepción.

Reverendísimas Madres Franciscanas de la Orden Tercera del Convento de la Concepción; Cabildo de Oficiales de la Hermandad de Penitencia de Nuestro Padre Jesús del Amor y la Entrega y María Santísima de la Concepción; cofrades, fieles y devotos; hermanos todos,

La presentación del cartel de la próxima estación penitencia de esta seráfica hermandad es la que nos trae hoy aquí, en el día en que Cristo venció a la muerte. Vencida a base de amor y de entrega. Podríamos decir que no he pasado demasiadas horas en esta Hermandad, tampoco he podido disfrutar de muchos de los grandes momentos que se han sucedido en su historia, pero ciertamente no me hacen falta. Y eso es por que los momentos compartidos, ya me bastan para configurar una imagen y una idea de quiénes son los hermanos de esta Cofradía. No me conocían nada… yo a ellos tampoco. Pero me invitaron a pasar. Debía hacer más o menos un año. Hacía un frío de esos que asustan y no llevaba ni diez minutos en la Casa de Hermandad y ya parecía que éramos amigos de toda la vida. La confianza que te brindan, la amistad que te ofrecen, el cariño que dispensan en el trato basta para saber cómo son. Son una gran familia que sin reparos te abren los brazos para acogerte e invitarte a participar de su mundo. Son un grupo de hermanos, que bajo un mismo ideal, hacen la imagen viva y cristiana de una Hermandad.

Todos hermanos bajo la premisa de disfrutar de la compañía de unos y de otros, de fraternidad y de alegría. A mí, particularmente, me recuerdan en mucho a los toreros. ¡Qué sería de ellos sin su cuadrilla! Y es que más allá de las fatigas está la amistad, esa unión indisoluble por la que todos se afanan en reforzar. Son todos por igual grandes toreros que sin capa ni muleta abren las puertas grandes del corazón para embeberse de su gente… ¡Qué torería! La derrochan allí donde van, en lo que hacen, en lo que expresan. Poco a poco van configurando una idiosincrasia particular que los define y que se pone de manifiesto cada Jueves Santo al poner la Cruz de Guía en la puerta.
Esa puerta aún cerrada, con todos los hermanos ya en fila. Los noveles al frente, como el torero que sin montera, aguarda para hacer su primer paseíllo. Hay silencio, pero se grita en silencio un “¡Qué Dios reparta suerte! El minutero marca la y media, y como si un pañuelo blanco saliera del Mayor de Gobierno, se abre el portón de los sustos. Ya todo es cuenta atrás. Ya sólo queda ser torero. Mirada al frente, torería al andar… ¡y a lo que hemos venido! Si es que una Hermandad es como gran paseíllo. No hay albero sobre el suelo, sólo adoquín antiguo y frío. La Cruz de Guía en la calle, como si fuera el alguacil que va marcándole el rumbo a los figuras. El murmullo de la calle se contiene, todos se embeben del respeto que infunde un hábito negro y de un Dios que va camino de la Gloria. ¡Venga de frente! Son mozos de espadas que de traje y corbata negra paladean palabras de cariño. El maestro que abre plaza, ya está en el quicio de la puerta.
Han sido muchas horas preparando todo, muchas horas de sueño sacrificadas por Quién hay arriba. No puede haber error, todo se ha preparado al milímetro. Y en una sincronía perfecta, una música de júbilo irrumpe en esa Granada legendaria que suspira eternamente a la Alhambra. No puede haber más emoción que la que se siente. No hay más amor que el que se entrega al borde del respiradero.

¡Vamos a verlo, torero!
¡Sin montera y alamares
que en tu nuca los altares
de un Cristo con madero!
¡Y esa izquierda adelante
y venga el compás abierto
como Curro en el Puerto
con su muleta danzante!
¡Venga torero a la gloria,
que la gloria es Granada
donde tu Fe enamorada
rubrica siglos de Historia!
¡Tu Cristo lleva la muerte
marcada con un estoque
esperando en ti el embroque
que le soliviante su suerte!
¡Y luna del Jueves Santo
sé su capote de brega
donde luzcan con entrega
su coraje y su quebranto!
¡Tira al aire tu montera,
apriétate bien los machos!
¡Venga, a la gloria muchacho
bajo la trabajadera!
¡Qué no hace falta a Simón
que aquí tiene a su gente
que lo quieren por valiente
y se parte el corazón!

Pero, qué suerte tenemos los católicos de tener una Madre. Esa que no te olvida. Esa que siempre reza por nosotros cuando no nos salen las cosas. Esa Madre a la que se le iluminan los ojos al ver llegar a sus hijos. Granada, siempre ha sabido quererla. Aún despotricaban por ahí, y aquí ya la preservaban de mancha. ¡Cuánto les debemos a los franciscanos por enseñarnos a querer a María! Y ese amor se merece un homenaje. ¿Y qué mejor homenaje para una madre que decirle que le quieres? ¿Qué hay más sentido para la que nos ha dado la vida que sentirnos orgullosos de ella? ¡Aquí lo tienen! ¡Esta gente se siente dichoso de tener a María como madre! No se conforman con quererla, no se conforman con mimarla. No se conforman con besarla. ¡Qué más amor que bajarla de su nube para hacerla semilla de sus familias! ¡Si hasta le llaman Concha, como podemos llamar a cualquiera de las mujeres que queremos! Y ahora quieren que toda Granada sepa el amor que le tienen. Quieren hacer partícipe a todos lo granadinos de cuánto saben quererla. ¡Qué más decirle al mundo qué repartir por Granada cientos de carteles con su figura anunciando la Semana Santa según estos cofrades!

Todos queremos muchísimos a nuestras madres, o al menos deberíamos. Así que no basta con decirle a Granada y al mundo que la queremos. Yo desde luego a mi madre no la dejaría ver por ahí en bata de guatiné así que como Madre del Creador y Reina del Cielo se necesita de un esplendor y un protocolo, como se observa aquí con el delicado esmero de su vestimenta. Plata y azul para una Reina, colores bordados por un maestro para ensalzar ambos su pureza. ¡María, la del corazón espino, que diría Gerardo Diego, llamada a ocupar la soberanía eterna de los cielos! Una luna a sus pies, una corona real con doce estrellas, un puñal de transfixión y un fajín de teniente general. María, Concepción dolorosa, se presenta a Granada como ofrenda de amor en toda magnitud: Virgen asunta que intercede ante al Altísimo; Reina escogida para el gobierno de nuestras vidas; Madre Dolorosa que llora por nuestros pesares; General de los ejércitos celestes para defendernos del Maligno.

Concepción, luna y sol del mediodía,
fértil amor que nuestras vidas llena
por que tú, aunque humilde nazarena,
pureza eres cual la luz del día.
y en ti toda la gloria se vería
reflejada cual sol que me serena
un perfume de azahar y hierbabuena
que poco tiene de hiel y de agonía.
El pecado no fuiste a apetecer,
el amor y la Fe fue tu sustento
entregándole a Dios todo tu ser
que no pudiera la muerte poseer.
¡Y eleva tu espíritu al firmamento
para el cielo siempre merecer!

Concepción del Albayzín profundo,
divino dogma que tu gracia muestra
que como madre de Dios y nuestra
tu abogas por nuestro bien fecundo.
Luz divina de candor profundo,
amores que encandila y que secuestra
y protege nuestra vida con la diestra
de Luzbel y su arte tremebundo.
Madona de la paz y la ternura
que pones en mi pecho tu rosario
y me brindas la virtud de tu figura
mas llévame con luz a la ventura
sembrada en tu regio escapulario
que me alcance al llegar mi sepultura.

Concepción, la del corazón espino,
la que por siete veces traspasada,
de penas y amarguras perfumada
firme asintió el proceder divino.
Ni sientes en tu ser el dulce trino
del pájaro cantor de madrugada,
sólo adviertes en ti, enajenada,
la suerte de tu Hijo y su destino.
¡Tu párpado se inunda cual neblina
tu llanto desencaja tu hermosura
y tu cuerpo abatido al suelo inclina
no entiende el hastío de doctrina
aunque tu lágrima al sol fulgura
y tu hazaña la historia determina!

Concepción, la de la esbelta figura
que se dio al mundo cual savia nueva
pero de la estirpe de Jesé longeva
blandiendo su linaje con soltura.
Ejércitos divinos se postraron
Habiendo vencido a la serpiente
la Nueva Eva del valor latiente
que las celestes guardias ensalzaron.
General de angélicas brigadas
sometidas al mando en tu fajín
al vigor, al honor y al postín
y al celeste rugir de sus espadas.
Concepción, la del corazón a saña:
¡La siempre pura y patrona de España!


Granada, presentado queda el cartel oficial de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Amor y la Entrega y María Santísima de la Concepción para la Estación de Penitencia de 2011. Buenas tardes.

1 comentario:

  1. Extraordinaria métrica, un ritmo acertado y mucho sabor; me quedo con "Vamos a verlo, torero"...

    De corazón, una pieza magnífica. Enhorabuena.

    Nos vemos esta tarde/noche en la Calle San Antón.

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