sábado, 25 de septiembre de 2010

XXIX. San Mateo, la Feria de los barberos

Publicaba hoy el portal taurino Burladero.es una noticia relacionada con la Feria de San Mateo que anualmente se celebra en bella ciudad de Logroño. Un año más la noticia vuelve a resonar con fuerza y dándole duro a los criminales: "Envían a analizar los pitones de un toro de Torrestrella lidiado el jueves en Logroño". ¿No huelen nada? Es el dulce aroma de la justicia. Suave y caprichoso elixir que de muy de vez en cuando rodea y abraza a un putrefacto plantea taurino que irradia el hedor de un cuerpo en descomposición.

Es digno reconocer que no hay mayor bochorno para un ganadero que el hecho de que uno de sus cornúpetas sean o bien condenados a banderillas negras (medida harto en desuso, para mi desgracia) por colosal mansedumbre o bien por descarada manipulación de los pitones de un astado. Juan Pedro Domecq, propietario como sabrán de Torrestrella, debería estar acostumbrado a ambas situaciones, puesto que del espíritu del toro bravo de su progenitor lleva lustros en barbecho y la mansedumbre es cantada y la manipulación va intrínseca en el menú del día.

Sinceramente, me alegro. Siempre he defendido la integridad de los animales y es menester seguir velando fielmente por ello. El equipo veterinario de Logroño merece, no sólo todo mi respeto, sino una estima humana y taurina inconmensurable. Todos los años copan portadas con escándalos como este, no se callan. Atacan por derecho, aunque tampoco pongo la mano en el fuego por nadie. Quién sabe si no se mueven por intereses ocultos, si estos albéitares no han obtenido un sobre lo suficientemente abultado y han decidido dilucidar las verdades del barquero. Fuere por estos o por otros motivos han denunciado, que es lo que cuenta.

No se puede tolerar que ganaderos sinvergüenzas como éste, y como tantísimos otros, chuleen a la afición de esa forma. No hay derecho que los toreros admitan y pacten con los criadores estas estafas, puesto que denigran a su propia persona y a su egregia profesión. Son matadores de toros, no jiferos de tres al cuatro que descabellan carneros en un matadero de mala muerte.
Son toreros que visten de oro para lucir su hazaña. Los ganaderos son señores de bien, gentileshombres que en tiempos pasados gozaban con grandes privilegios señoriales e inclusive Grandezas de España. La noble casta de su linaje queda recogida a pura mierda cuando rebajan su honor y su honra como profesionales del campo y de la ganadería a puros traficantes de "casta" y "bravura".

Aunque, salvando las distancias, es normal. Un ganadero que tiene fincas y toros por pasar el rato, por afición (o algo parecido). Un tío que se dedica a sacar duros y a vender un producto resultón pero de ruinosa calidad. Creo que podría valer el símil comercial de la obsolescencia planificada. El producto está, la calidad del mismo no se garantiza, de hecho ni está ni se la espera. Alguien que se dedica a las altas esferas empresariales comercializando con el campo como si fuera turismo puro, quien desvirtúa su propia creación por el hecho de sacar dinero... Es negocio, puro y duro.

El caso lamentable viene cuando un torero convertido en ganadero permite y tolera eso. Él sabe el toreo que gusta, sabe lo que quieren los toreros y sabe qué le conviene a la Fiesta y aun así permite aberraciones como éstas, como la del año pasado con José Miguel Arroyo, alias "Joselito II, el Bravo". No alcanzo a comprender, pero así fue. Dos toros dieron positivo en los análisis post mortem de la adulteración de los pitones. Y yo que le creía noble, digno y bravo...

Como les dije, en el orbe taurino es mejor no apostar ciegamente por nadie, el fiasco está garantizado. Qué pueden esperar de un cadáver...

No hay comentarios:

Publicar un comentario