lunes, 31 de enero de 2011

XXXVI. Que Dios reparta suerte

Con la frase con la que hoy encabezo el artículo es la misma con la que el pasado día culminé mi última bloguera intervención. Y hay motivos para recurrir a tan socorrida sentencia y es que en los tiempos que estamos y con días apremiando es necesario encomendarse a las Tres Personas, a la Virgen y al santoral y martirologio completos. La lidia es dura y el albero incierto.

Granada entera respira los acontecimientos. Calles vacías, avenidas desiertas, bares a media asta y cajas registradoras de capa caída. Estamos a las puertas de febrero, y con éste los exámenes. Pruebas de diversa afección según se trate. Para unos delicioso manjar con el que defogar sus ansias sapientales, para otros - la mayoría - una cruz de penitencia que sume en el miedo y el estertor de tener que memorizar y asimilar conceptos asaz aburridos y harto inútiles en la mayoría y donde únicamente se refleja una nimia estadística que a menudo no corresponde con la realidad académica y erudita del que estudia, puesto que es natural ver a cazurros, botarates y cenutrios blasonando imbéciles calificaciones que ni ensoñadamente merecen pero que, irremediablemente, el juicio del evaluador se somete a la benevolencia más insospechada regalando por doquier matrículas y sobresalientes como quien regala margaritas de abril. Cosas de la vida...

Empero esperemos salir briosos del lance, capear lo mejor el temporal y esperar ansiadamente las claras de marzo, cuando atrás quedan las angustiosas horas previas del examen, las tediosas horas de estudio y las tensas horas de la propia evaluación. Lo dicho, que Dios reparta suerte.

1 comentario:

  1. Más que suerte yo te deseo CAFÉ... Ay, qué recuerdos... ¡Coño qué viejo estoy!

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