sábado, 6 de febrero de 2010

VI. Homenaje poético (III)

Ante todo entono un mea culpa por la falta de constancia tenida en estos últimos días en cuanto a actualizaciones se refiere. Los compromisos estudiantiles de los exámenes son ineludibles y cuesta asomar la cabeza de tanto en tanto. Del mismo modo el hálito gentil y la bendición pronunciada por quien se hace respetar invita a seguir juntando letras en las que reflejar una parte de mí.

Reiterando el tiempo de exámenes no puedo dedicar más tiempo que éste y, por ende, mantengo la la línea de recordatorio y de laudatoria poética a quien pereció en el olvido pese a la grandeza de su obra. ¡Va por Usted!

Templa, Señor, tu rigorosa saña,
y a nosotros los ojos ya convierte
de tu dulce piedad; mira a la Muerte
embotar en nosotros su guadaña.

Nuevo sepulcro cada aurora baña
el llanto nuestro, y sin cesar se vierte;
ve a la peruana esposa, al joven fuerte
morir, y a la vïuda en tierra extraña.

Morir en apartado suelo ajeno,
desventura mayor que otra ninguna,
excusa a los que viven: oh Dios bueno,

tu piedad a los nuestros nos reúna,
y nos dé tumba en su materno seno
la dulce tierra que nos dio la cuna.

"A Dios", de Clemente Althaus (1862)

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