VII. La amplia fauna del mundo cofrade (I)

Tenemos la Cuaresma en las solapas. Ya viene pisando fuerte y de forma inexorable.

Muchos serán los pregones que empezarán a promaclamarse en este tiempo en los que los cofrades necesitan oir las grandezas de la Semana Santa para ambientar esos cuarenta días de ayuno, reflexión y meditación para una conversión en Dios. Por eso, precisamente por cantar grandezas, quiero cantar las grandezas de la gente, que es mucha, que riega el mundo cofrade y que, de vez en cuando, hace falta mencionar. Para que no todo sea lírica y romance enamoradizo hablando de bambalinas al compás y racheo de zapatillas ni tampoco de cirios goteando cera al paso de un Cristo determinado lanzo así mi particular pregón cargado de realidad y sinceridad insultante:

Les cuento como Lope en soneto
la vida del cofrade en ordinario,
la vida del costal y del falsario
que cuécese en un pío vericueto.

Regenta este mundo el más cateto,
pelele que no mea ante el Sagrario,
bucea entre braguetas de un armario
buscando entre filenos un cuarteto.

Mas luego manifiesta y bien rubrica
qué lástima de hombre y de marica
y que vístense impuros el capillo,

pues no es de ser cristianos esa cosa.
Y en su cama aguarda aún su esposa
cuando gusta felarla en el Rasillo.

Por contra otros, esto es certeza,

en alarde de Grande, y carajote,
a relucir deja y saca a flote
lo superlativo de su nobleza:

Títulos y honores y gran realeza,
nóminas supinas, loable dote,
ínclita ralea tras un bigote
y regia nesciencia que le adereza.

Aparece dignísimo en las fotos
habiendo manejado bien los votos
con tu peinado de hombre pijo.

Tu séquito y tu corte bien te adula
y la gente, que es tonta, disimula
que te hiciste, otra vez, con el cortijo.